lunes, 6 de octubre de 2008

El camino

Gente corriendo de un lado de la calle a otro, no se miran, no se hablan, ni si quiera dirigen sus tímidas miradas hacia ningún lado que no sea al constante y por otra parte obligado terco caminar.No tienen ningún gesto en la cara, nada que indique identidad alguna, todos son engranajes de una máquina muy vieja pero muy bien engrasada.
No se paran a pensar donde irán, aunque todos quieren llegar al mismo sitio, ninguno lo
consigue. Los más jóvenes tienen claro la razón de su caminar, pero cuanto más andan, más pierden el faro de sus pasos, la luz que alumbra el final del camino.
Divertido y a la vez, asustado, observo el camino que lleva la muchedumbre, un camino sin razón, un camino en el que se confunde el fin con el medio, en el que en vez de usarlo como medio para alcanzar sus metas, sus sueños, aquellas ideas que cambien nuestra realidad, lo convierten en un torpe objetivo de su caminar, en un andar por andar, en un andar sin observar, sin mezclarse con la tierra por la que andan, siempre preocupados, siempre abstraídos en lo que van a conseguir tras años y años de realizar aquel camino, camino que, si estuviera diseñado como se debe,
estaría alumbrado por el faro de los sueños que quizás una noche en la que olvidas temores y miedos, te lleva a los brazos de la meta que realmente todos buscamos.

Divertido y a la vez... triste, tan triste... pues cual es mi sorpresa que me hallo andando junto a los demás, buscando mi identidad perdida, buscando un sentido a mi torpe caminar, y hallando como única respuesta al mismo camino.

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